¡Solo tenemos un planeta!

Alma Tierra

«Todos tenemos el poder dentro de nosotros, al igual que una semilla, para volver a conectar con la tierra y sanar».

Imagina que en tu recámara tienes un pequeño acuario con un pez al cual alimentas por la mañana y noche con croquetas proteicas. Al paso del tiempo te encariñas con su elegancia y belleza, medio año después notas que tu pez está enfermo porque su piel empieza a tener heridas, sus ojos se vuelven turbios y se ve triste, lo llevas al veterinario, quien lo revisa receta un antibiótico sin preguntar qué alimento consume, si vive solo o con compañeros y algas, entre otros factores. Las heridas cierran en pocos días, pero a las dos semanas todo el cuadro empeora, su vientre se inflama y sus heridas reaparecen, pero esta vez con mayor virulencia. De nuevo lo llevas al veterinario y ahora decide operarlo para desinflamar su intestino paralizado, le receta cortisona y un antibiótico mucho más agresivo. Unos días después notas que su condición empeora cada vez más al punto de mantenerse solo en la superficie jalando aire y esperando que acabe su tortura; hasta que un amigo llega a tu casa y al mirar al pobre pez te pregunta cuándo fue la última vez que cambiaste el agua de la pecera, tú respondes que no recuerdas la fecha. Cambias el agua y el pez vuelve a renacer.

Una historia similar la observamos hoy con el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad debido al agua contaminada en ríos y océanos.

El 70% del planeta y nuestro cuerpo es agua con exceso de basura.

Tan solo vertemos 80,000 sustancias tóxicas por millones de toneladas al agua y a la tierra, como aquellas que provienen de la petroquímica y que nunca estaban en el radar de la evolución planetaria; además de ello, vivimos sobremedicados.

Por eso hoy, la enfermedad es sistémica y no se encuentra ya confinada a un elemento u órgano.

Ken Wilber nos dice:

«No es que dañando a la biosfera nos dañemos indirectamente a nosotros mismos, sino que lo hacemos directamente porque la biosfera está literalmente en nuestro interior como parte de nuestro propio ser, de nuestra individualidad; en consecuencia, dañar la biosfera no solo es un problema externo,sino que constituye una especie de suicidio interno».

De esta manera, la enfermedad, que nunca es fruto del azar, termina por aparecer y ayuda a recapacitar sobre los errores cometidos. Por lo que si consideramos a la enfermedad como una sugerencia de la naturaleza para cambiar nuestros hábitos de vida, la vista de un paisaje que pierde su fertilidad tradicional debería estimular las medidas para su curación.

¿Cuánta más agresión puede soportar nuestro planeta?

¿Cuánta más agresión puede resistir nuestra salud individual y colectiva?

Rabindranath Tagore nos apunta al respecto:

«La Tierra, como nuestro propio cuerpo, posee una capacidad para resistir cierto tiempo las agresiones que recibe».

En el fondo, la patología o enfermedad representa una separación, nos hemos desvinculado de la vida y su origen, hemos asumido una categoría que nos pone por encima de la naturaleza. La biósfera se ha convertido para nosotros solo en un medio de extracción, de explotación y sobrevivencia. El paradigma actual de fragmentación y separación conduce a un código lineal de extracción; esto es, tomar sin devolver, retornar, dar, servir. En realidad, no existe ningún organismo, desde una bacteria, planta o animal, que no aporte al sistema una función co-creativa que favorezca el desarrollo evolutivo de la vida.

Evolución entendida como manifestación de la infinita potencialidad.

La enfermedad hoy no es reflexión que estimula las medidas de curación verdadera, sino solo es falta de conocimiento intelectual para encontrar el mecanismo de cómo arreglarla con medios externos, ya sea mecánicos o químicos. La enfermedad se ha convertido en la creencia de que nos faltan medicamentos sintéticos, suplementos, agroquímicos, pesticidas, etcétera.

Se nos plantea que la ciencia requiere de tiempo para poder descifrar el misterio de la vida y ofrecernos una salud perfecta. Nos ilusionamos manipulando genes, motorizando nuestro cuerpo y mente con pequeños robots gobernados por mega computadoras cuánticas que nos mantendrán sanos con algún algoritmo optimizado, seremos resistentes a cualquier tipo de adversidad, colonizaremos Marte y, finalmente, venceremos a la muerte para finales del milenio.

En realidad, al desvincularse de nuestro origen se incrementa el aislamiento biológico y las enfermedades del cuerpo y alma. Con la pandemia llegamos al extremo, y esto nos debió haber despertado para aprender la lección. Las consecuencias del encierro, miedo, soledad, desinfección, sedentarismo, falta de aire limpio y respiración adecuada, entre otros, nos enseñan ahora con toda claridad las consecuencias: vivimos con fatiga, tristeza, falta de claridad mental, apatía, inmunodepresión, problemas autoinmunes, obesidad, cardiopatías, niños con mayor irritabilidad, angustia y déficit de atención, aumento vigoroso en incidencia de cáncer, por mencionar algunas.

Paradójicamente, ante esta situación hay cada vez más medicamentos, mayor desinfección, más hospitales, temor a una naturaleza amenazante e infecciosa, más soluciones y dependencias tecnológicas.

¿Cuánto tiempo vamos a defender este paradigma de la enfermedad y el miedo?

Goethe ya señalaba que:

«Solo hay futuro en una tierra viva, sana y no hay vida sin salud. Solo lo que es fértil es verdadero».

Por ello, debemos recordar que tanto la salud de la naturaleza como nuestra salud individual y colectiva están fundadas, en gran medida, en la resiliencia ecológica y su fertilidad. Fertilidad es creatividad, potencial biológico, diversidad, mutualidad, cooperación, muerte y regeneración. Si bien es cierto que hoy la prevención solo significa sanitización y vacunas, por qué no mejor comprender la salud desde la perspectiva de una medicina verdaderamente ecológica, integrativa (Salutogénesis), en vez de seguir invirtiendo únicamente en las enfermedades.

Actualmente, ampliar nuestra visión hacia una Salud Planetaria o Medicina Integrativa es la tarea más retadora que tenemos enfrente y, como decía Barak Obama en París: “Somos la primera y la última generación que puede dar soluciones de fondo, revertir y regenerar nuestro planeta vivo”.

La Salud Planetaria requerirá del despertar colectivo para que finalmente comprendamos que nuestro planeta es un organismo vivo, infinitamente complejo, sintiente, con órganos, sistemas y células. Dentro de su vientre circulamos nosotros, una familia, un género, un tipo de órgano planetario que es capaz de dejar de hacer daño, desintoxicar, regenerar y entrar en resonancia con la unidad de la vida. Una cosa es segura, no habrá medicamento ni inteligencia artificial que pueda resolver y revertir esta situación.

Einstein decía:

“Ningún problema puede ser resuelto desde la misma conciencia que lo creó“.

Esta frase sirve para ilustrar que ante situaciones complejas y obstáculos, la mejor forma es plantear pensamientos y acciones diferentes y conscientes.

La Madre Tierra Gaia expande su infinita creatividad con el menor gasto de energía. Siempre busca mantener su integridad y, ésta, se funda en equilibrio, en salud (reciprocidad) de cada uno de sus componentes. Busca la cooperación y no se basa únicamente en la competencia como nos lo han enseñado hasta ahora. Todo su esfuerzo está dirigido a la fertilidad, recordemos que la raíz latina, fertilis significa “dar en abundancia, fructífero”, que a su vez proviene de ferre que significa “dar a luz“.

Gaia no genera desperdicios, por el contrario, es generosa e infinitamente creativa. Lo que tenemos que hacer es aprender de ella con humildad y preguntarnos:

¿Debemos retornar con abundancia al sistema que nos dio vida?

¿Buscamos mantener nuestra integridad biológica, mental y moral?

¿Generamos desperdicios contaminantes y no reciclables para el sistema?

¿Somos fértiles, no solo a nivel biológico sino también a nivel mental y espiritual?

¿Qué damos a luz?

¿Nos nutrimos con alimentos o chatarra?

¿Qué regresamos a la vida y para la vida?

En consecuencia, como en la historia del pez enfermo, ¿cambiamos el agua de nuestra pecera o nos dejamos seducir con parches?

Si bien hoy nos hallamos desbordados por los productos de una civilización mecánica, industrial y mercantil, también comenzamos a comprender que los valores eternos de la vida pueden cultivarse en nosotros mismos, regalándonos un nuevo sentido y significado de plenitud.

Por ello, creemos que la Salud Planetaria o Medicina Integrativa no es solo un concepto o una disciplina científica, también es un movimiento planetario que podría contribuir a la realización de la Gran Transformación de la salud de nuestro planeta, mediante la participación de personas como tú, que creen en el cambio transformador hacia una vida sana y sostenible; capaces de mirar lo macro y actuar positivamente en lo micro para juntos construir una nueva era biológica, fundada en la compresión de una sola ley, la del retorno basada en la cooperación, cordialidad y generosidad; todo, para un bien común: la salud de todo ser vivo. Muchedumbre de células se unieron en una unidad más amplia, no mediante agregación, sino en virtud de una suerte maravillosa de interrelaciones complejas, manteniendo entre sí una perfecta coordinación de funciones. Éste es el principio creador de la unidad, el divino misterio de la existencia que desafía todos los análisis.

Las unidades cooperativas más amplias darían el resultado idóneo de una mayor libertad de expresión, y empezaron a formar y desarrollar en sus cuerpos nuevos órganos de poder, nuevos instrumentos de eficiencia. Tal fue la marcha de la evolución, desenvolviendo las potencialidades de la vida. Es un proceso continuo el que encuentra su sentido en el hombre.

  1. Tagore.

Si quieres leer más acerca de la importancia de cuidar nuestro planeta te recomendamos el E-book completo del Dr. Dieter Le Noir, el cual puedes encontrar dando clic aquí. 

Con cariño,
Dr. Dieter Le Noir.


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